Daisaku Ikeda es humanista japónes que se ha dedicado a diversas actividades por la paz y el fortalecimiento de las personas, y ha fundado instituciones culturales, educativas y de investigación sobre la paz en todo el mundo.
En uno de sus discursos manifestó la importancia del diálogo, de la comunicación para poder resolver todo problema desde el más pequeño hasta el más grande.
Queremos compartir con ustedes un extracto de lo manifestado por Daisaku Ikeda:
El diálogo es una aventura, una aventura al alcance de todos. Y a veces, es una aventura que puede cambiar la historia.
El diálogo no es cierta afirmación simplista de la propia posición, ni se trata necesariamente de persuadir a los demás del propio punto de vista. El diálogo es acerca de demostrar respeto por la vida de los demás, y estar determinado a aprender cuando nos confrontamos con diferencias en las personalidades y las perspectivas.
La señal de la sabiduría reside, más que en cualquier otra cosa, en la habilidad de escuchar.
¿Cómo puede la humanidad del siglo 21 superar las crisis a las cuales nos enfrentamos? No hay, por supuesto, soluciones simples ni “varitas mágicas” que podamos ondear para hacerlo mejor. El núcleo de nuestro esfuerzo debe ser extraer el máximo potencial del diálogo. Mientras continúe la historia de la humanidad, deberemos afrontar el perenne desafío de construir, mantener y fortalecer la paz a través del diálogo.
Tener fe en el poder del diálogo es creer en la promesa de la humanidad.
No nacemos humanos en ningún otro aspecto que no sea el biológico: es solo por la inmersión en el “océano del lenguaje y del diálogo” alimentado por los manantiales de la tradición cultural que nosotros podemos aprender a conocernos a nosotros mismo y a los demás y de esa manera aprender la manera de ser humanos.
La pasión inspira la pasión, y apelar a la sinceridad genera sinceridad. El diálogo genuino es precisamente este tipo de profunda interacción de vida a vida.
Mientras continúe la historia de la humanidad, deberemos afrontar el perenne desafío de construir, mantener y fortalecer la paz a través del diálogo, y convertir al diálogo en el claro y certero camino hacia la paz. Debemos revindicar y proclamar esta convicción sin cesar, sin importarnos las sonrisas soberbias ni las críticas cínicas que recibamos.
Extingamos las flamas del odio con el torrente del diálogo.
El diálogo es como un drama en varios actos. Habrá momento en que vuelen chispas, y momentos de puro deleite donde reverberan los acordes de la simpatía. El diálogo vigoroso y vivaz se satisface y se completa con dinamismo.
Sin diálogo, los humanos estamos condenados a caminar en la oscuridad de nuestro propio dogma autorreferencial. El diálogo es la lámpara que disipa esa oscuridad, iluminando y haciendo visible para cada uno de nosotros nuestros propios pasos y los de los demás, y nos muestra el camino que tenemos por delante.
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